La libertad es el mayor regalo que nos da Dios, podemos amar y servir a los que necesitan de nuestros pies y nuestras manos, de nuestros conocimientos y capacidades, también podemos vivir llevando paz y alegría, a aquellos hermanos que la vida no les regaló las mismas posibilidades que a nosotros; como podemos dedicarnos a mirarnos egoístamente acomodándonos o deseando eternamente lo que tienen los demás.
Así mismo, desde la opción por el servicio, la libertad es una responsabilidad que no pesa ni oprime, sino que hace crecer tu dimensión humana, pues hay que mirar con profundidad para encontrar esos ojos, que necesitan encontrarse con los nuestros, con los tuyos, para poder crecer y vivir con dignidad. Este es el gran reto de nuestra humanidad: que los hijos de Dios aprendamos a encontrarnos y servirnos con amor, respeto y generosidad.
Nada llena más la vida que dar todo lo que uno es y tiene por los más necesitados, por ese Jesús de Nazaret, encarnado en los últimos, en los hambrientos, en los enfermos, encarcelados, marginados o excluidos por cualquier pretexto inhumano, pues aunque nazcan del hombre, esos pretextos nunca serán humanos.
Después de vivir muchas realidades tengo la certeza de que por ahí va la verdadera felicidad, que es muy distinta a un rato de diversión, ocio, evasión o fiesta.
A todos, la vida de vez en cuando nos golpea ya sea de una u otra manera; no logramos encajar el golpe y nos empeñamos en encontrar una explicación y comprender el "porqué". También en esas ocasiones, algunos miramos al cielo y recordamos esa valiente y dolorosa frase: "si es posible aparta de mi…". Hace años que intentamos aprender junto a las personas con las que vivimos y trabajamos a leer la vida en positivo y a ver cada día los pequeños detalles de amor, (de Dios), que cruzan en nuestro caminar, a sacar lo bueno de cada experiencia vivida. Os cuento que a raíz de ese asalto con violencia y maltrato que sufrimos en nuestro Hogar de Belén también hemos encontrado muchos gestos de amor y generosidad. Me explico, cuando más bloqueados estábamos por lo sucedido, pues en el asalto se llevaron el dinero para la comida del mes de los niños y además nos dejó una profunda sensación de indefensión ante este tipo de hechos, los educadores en primer lugar se ofrecieron a trabajar gratis este mes y colaborar para entre todos
reponer la pérdida sufrida. De otro lado algunos amigos se acercaron para compartir pequeños detalles, que son signos de comunión, generosidad y vida; son luz en momentos de oscuridad: Esteban (párroco de Riochico) , Monseñor, Catalina (la fiscal de menores), las hermanas Esclavas de Manta, …Vuestras cartas y llamadas, sencillas y cercanas, expresando cariño y solidaridad, vuestra preocupación e incomprensión ante esa violencia, compartiendo oración y comunión con esta pequeña misión.
Esta experiencia nos recuerda lo pequeños que somos, que nada podemos si no es de la mano de Dios, nos muestra que la libertad puede llevarnos a enmarcar nuestra vida desde el extremo de la violencia y crueldad, hasta el extremo de compartir y dar lo que uno necesita para vivir. Y nos llena de esperanza sentirnos parte de una gran familia que comparte ese sueño de Jesús de Nazaret, la construcción de un reino de Amor.
Gracias a todos los que nos lleváis de la mano y hacéis posible nuestro servicio y entrega.
Ana y Antonio