Casi un mes de nuevo en estas tierras. Las primeras sensaciones: un calor pegajoso en Guayaquil que aún nos acompaña, las primeras lluvias que alientan a la siembra, los rostros nuevos de algunos niños y las ausencias de otros, los saludos, reencuentros y los mosquitos que se van adueñando del paisaje.
En estos días ha habido un poco de todo: un accidente con la camioneta al día siguiente de llegar (sin graves consecuencias), a los pocos días la furgoneta salió ardiendo y Antonio con Jorge están vivos, los virus, las fiebres y vómitos de mis hijos (vámonos a España mami, aquí hace mucho calor dice Paco), la despedida de Vanesa y sus hermanos después de casi un año con nosotros, la alegría de Esteban y Rosa de Málaga, misioneros como nosotros que ya arreglaron los papeles de la adopción de María y el reencuentro con ellos, la muerte de la Ministra de defensa en extrañas circunstancias, el anuncio del Fenómeno del Niño, la nostalgia del arzobispo que pronto se jubila, el dinamismo de las monjas de Playa Prieta, la reunión con los educadores, el valor de Edu y Pablo que han trabajado con tanto cariño en nuestra ausencia, la planta de maracuyá que extendió su exuberancia hasta la puerta de la casa y todos los días bota sus frutos, el reparto de cartas, encomiendas, medicinas y regalos, las fotos de estas vacaciones en España y la nostalgia, la oración a las 9 de la noche, la cárcel donde lo mismo encontramos amistad que calentamientos de cabeza, la muerte de Alejita, catequista y animadora constante en su comunidad, la celebración de la palabra, las cartas del Internet, la parrillada en casa de Catalina y Mario, los nuevos proyectos,.. En fin , otra vez la Vida en este Ecuador que sale a nuestro encuentro, nos coge la maletas y nos invita a acomodarnos una vez más en la rutina de cada día que casi nunca es repetitiva, que nos lleva a ver otra vez a ese dios cercano, sencillo y paternal que se nos revela en la gente pobre, en los niños, en los jóvenes de El Rodeo, en los presos y presas, en sus familias, en los compañeros y compañeras de misión en Manabí….. a ese dios que también lo reconocimos en España en nuestras familias y en todos nuestros amigos, en sus gestos de cariño y cercanía , en los compañeros misioneros, en la gente del barrio y del pueblo. Siento que iniciamos un nuevo trecho de este camino ya conocido pero siempre novedoso, siento que dios nos bendice porque confiamos en él y nos ponemos en sus manos, y que somos parte de su proyecto de amor por este mundo.
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