lunes, 31 de agosto de 2009

El Verdadero Perdón

Desde nuestra tarea pastoral a raticos sentimos que podemos tener una nueva enfermedad cardiaca, algo así como una esquizofrenia en el corazón.

De un lado siguen llegando vidas a nuestro hogar, pequeñas, muy pequeñas, rotas, increíblemente dañadas por otros seres humanos que deciden demostrar su “inteligencia” destrozando una vida.

Y de otro lado nos toca visitar las cárceles, escuchar y acompañar a estos hermanos y hermanas que un día se equivocaron, apoyar a sus familias y sobre todo intentar que sus hijos e hijas, no sufran las consecuencias de los errores de sus padres.

Sabemos que no es nuestra tarea entender todas estas situaciones, al contrario, nuestra misión es sanar esas heridas, reconstruir una infancia, una familia, un proyecto de vida. Devolver una seguridad, una autoestima, una fe en el ser humano, en el Hombre, algo que a ratos creemos, que hasta a Dios mismo le debe costar.

Es la pastoral del perdón, un perdón que en ocasiones es muy difícil de conseguir, pero no imposible. Un perdón que no debe juzgar, ni siquiera cuestionar si el arrepentimiento es sincero. Un perdón muy doloroso, y que sólo puede nacer de lo más profundo del corazón.

Así pasó con Pepe, un niño ahora de 13 años, Luisa su hermana de 19 y José su padre. Hace tres años José cayó preso por tenencia ilícita de armas y fue condenado. Sus hijos en aquel momento de 10 y 16 años quedaron durmiendo en la calle, en la puerta de la cárcel sin tener a donde ir ni quien los cuidara. Fue así que llegaron a nuestro Hogar, desorientados y sin rumbo. Se adaptaron rápido al centro, llevaban mucho tiempo rodando de un lugar para otro y necesitaban estabilidad en sus vidas. Poco a poco fueron compartiendo sus secretos más profundos, en realidad se aliviaban de una carga muy pesada. Descubrimos una infancia llena de maltrato y violencia, de abusos de todo tipo, de delincuencia y huidas, una esclavitud total. Desde aquel día en que sacaron a la luz todo lo que habían sufrido se negaron a volver a visitar a José, y ante eso José reaccionó mal: nos mandó a matar a todos.

Hubo intentos de hacernos daño, en los que Luisa salió herida en una mano, aunque a los demás nunca nos ocurrió nada malo.

Un día creímos ver a José por las calles de la ciudad y para comprobar que no se había escapado, ni sus hijos estaban en peligro, fuimos a la cárcel. En realidad fue un encuentro con Dios; saludamos, conversamos y decidimos trabajar de nuevo con José.

Comenzamos a visitarlo nuevamente en la cárcel, pidiendo que lo sacaran de pabellón y nos reuníamos con él en un despacho. Ahí conversábamos de todo: de la familia, de sus hijos, de su vida, de la nuestra, de sus amenazas, de su futuro, de la violencia, de la vida en la cárcel,… hasta que un día José dijo que estuviésemos tranquilos, que ya no había nada con nosotros, así mismo fue pasando con sus hijos y desde hace un año nos pedía ver a Pepe y Luisa. A lo que ellos siempre se negaban.

Este mes nuevamente nos lo pidió y conversamos con Pepe, le explicábamos que parecía que su padre estaba cambiando, que le diera una oportunidad, que lo escuchara. Le dimos la garantía de que no estaría sólo, de que permitiendo cierta intimidad le acompañaríamos en todo momento y que si se sentía mal no tendría que regresar.

Fue muy emotivo el encuentro. Pepe, muy nervioso, me apretaba la mano y sudaba esperando a que llegara José. Este último cuando lo vio se le abrazó y comenzó a llorar pidiendo que lo perdonara. Pepe no sabía qué hacer, aún no lo abrazaba, su miedo era mayor a lo que estaba pasando. Se sentaron y comenzaron a conversar. José preguntaba y Pepe no salía de los monosílabos, hasta que José otra vez le abrazó, ese segundo abrazo comenzó a derretir el hielo y poco a poco Pepe sonrió y cambió sus nervios, por las ganas de sentirse hijo otra vez. José le decía que ahora nosotros éramos sus padres, que nos hiciera caso, que siguiera estudiando, que viniese cuando quisiera, que le perdonara. Una hora de reencuentro, de sonrisas, lágrimas y AMOR.

A José le quedan 13 años más de condena, pues cuando estuvo detenido le llovieron las demandas, pero ahora tiene una ilusión en su vida, su hijo y el perdón de éste. Pepe aún está digiriendo todo lo que vivió en esa hora, esta semana conversará con su hermana Luisa y le contará, no sabemos qué ocurrirá, lo único que tenemos claro es que ya nos pidió regresar en quince días a ver a José.

A ratos me acuerdo del padre de Kiko, (un heroinómano al que ayudamos mucho hace años), desde su sencillez este hombre no entendía nuestra constancia en la ayuda a sus hijos y un día nos manifestó, que él dudaba si es que éramos buenos, o si éramos idiotas por seguir ahí día tras día. Seguro que José puede pensar algo así ¿hasta dónde somos tontos y hasta dónde nos mueve la fe y el Amor?

Queremos seguir siendo tontos, sembrando esperanzas, es lo que nos toca en esta etapa de la vida, construyendo desde el AMOR y compartiendo con los compañeros de camino hasta llegar a donde Dios quiera. Nos sentimos regalados por estas enriquecedoras vivencias que nos enseñan el verdadero evangelio de la VIDA. Felices de ser lo que un día soñamos, pequeños instrumentos en las manos de Dios.